Título: Taiji-Quan. Salud y vida
Autor: Roberto Vargas Lee
Resumen: Esta obra expresa los datos más importantes, desde cómo comenzar la práctica de este arte marcial, hasta lograr testimonios y experiencias vivas de los resultados que se alcanzan con la práctica sistemática de esta disciplina marcial.
El taiji-quan cada día logra más practicantes en Cuba y el mundo. Es una filosofía para la vida logrando el equilibrio entre la mente y el cuerpo, convirtiendo nuestra vida en algo lleno de salud y armonía.
En Cuba, dónde el deporte es derecho del pueblo, ya ganamos un espacio, no suficiente aún, pero con el que podemos disfrutar.
Tiempo atrás, hablar de Taiji-Quan era evocar una atmosfera mística, algo así como un mundo secreto y cerrado al que tan solo unos pocos privilegiados podían asomarse. Lo oculto, lo misterioso y lo sagrado se le asociaban.
Sin embargo, este milenario arte marcial, envuelto en la atmosfera del misterio y lo sagrado, ha pasado a ser del acervo público, sobre todo a partir de sus fines terapéuticos. Cuidar la salud es un llamado de la sabiduría popular que no ha perdido vigencia. Eso, y mucho mas, pretende el Taiji-Quan, las más elevada de las artes marciales Chinas (Wushu), que además de prevenir enfermedades, se propone lograr una plenitud física y espiritual a partir de la armonía entre ambos planos y de estos con el universo todo, mediante un buen dominio de la concentración, la respiración y el concepto de la energía.
En este arte la fuerza externa no es válida, solo la concentración interna. Aseguran que quienes dominan esta técnica poseen la fuerza del hierro, pero envuelta en algodón. Él poder de los músculos es solo superficial y este nunca será más potente que la energía interna, traducida en movimientos circulares, continuos y relajados que tienen la rapidez y la perspicacia de la serpiente.
De aquí que sus beneficios no solo repercutan en el cuerpo físico, sino también en el bienestar mental y, por tanto, se extienden a las relaciones interpersonales.
En el caso de nuestro cuerpo, ha quedado probada su influencia en el funcionamiento de los órganos internos, en la circulación de la sangre, es decir, la presión arterial y por tanto en afecciones cardiovasculares. Se extiende, así mismo, a las funciones digestivas y respiratorias, al estrés y a trastornos sexuales.
A pesar de sus probadas influencias positivas, incluyendo razones a favor de la longevidad, el Taiji-Quan no es ni será sinónimo de milagro y muchísimo menos una herramienta para agredir valiéndose de la supremacía que concede (esta faceta del combate debe entenderse como un sistema defensivo) Puede ser un camino para prevenir enfermedades de diversas índole, pero nunca un sustituto de la ciencia médica y tampoco de lo que cada quien debe hacer por proporcionarse una vida cada vez de mayor calidad.
Resulta a veces una paradoja que quienes no se cuidan a sí mismo, recuran al Taiji-Quan como llave que abrirá las puertas del bienestar personal. Y es en verdad contradictorio, porque hábitos nocivos como el tabaquismo, alcoholismo y una deficiente cultura nutricional, entre otros, no son compatibles con los objetivos que persigue este arte, cuya práctica, no obstante, puede ayudar a contrarrestar estas perjudiciales practicas.
Aún cuando sus valores terapéuticos han primado, su condición de practica marcial no puede desconocerse. Tanto es así que más de uno traduce las palabras Taiji-Quan como el gran y definitivo puño, aunque taiji es la filosofia y quan es puño. Incluso, cuando Yang Lu Chan (1799-1872), uno de sus más destacados seguidores y fundador de una escuela, la más difundida, lo enseñaba en la corte imperial, este arte era conocido como Mien Quan (puño de algodón) o Huo Quan (puño neutralizador). Aún no se le llamaba Taiji-Quan.
Muchos son los orígenes que se le atribuyen a esta sabia práctica milenaria, pero la mayoría de los investigadores parecen coincidir en ubicar su surgimiento al final del siglo XIV, principios del XV. Se le atribuye la paternidad a un monje taoísta llamado Zhang San Feng, quien, aislado entre montanas en el templo de Wudang, en épocas de la dinastia Ming, sintetizó durante muchos años el conocimiento de todos sus antecesores en estas prácticas.
Este famoso monje nació el 9 de Abril del 1247 y parece ser que disponía de actitudes y capacidades excepcionales referidas a las técnicas del Wushu y también a prácticas de sanación. Tanta fue la fama de la que se hizo acreedor, que el emperador decidió erigir un monumento en su honor. Vino al mundo al final de la dinastía Sung, vivió también la etapa de la dinastía Yuan y aseguran alcanzo hasta la Ming. Lo cual suma un período de más de 200 años.
Una leyenda asociada a este Gran Maestro trascendió hasta nuestros días narrando como la contemplación del combate entre una grulla y una serpiente le sirvió de inspiración para crear el Taiji-Quan. La ganadora en este enfrentamiento fue la serpiente, cuyos movimientos ininterrumpidos, relajados y muy veloces, le permitieron elaborar muchas inferencias y símiles.
Lo que parece asomar en algunos documentos históricos con mayor veracidad es que Zhang San Feng sé encargo de aunar y volver asequible a las personas más comunes los principios, formas y movimientos del Wushu de Wudang. Hay quienes aseguran que en esta síntesis tomó también de las practicas del Wushu del Templo de Shaolin. Pero lo cierto es que, a diferencia del segundo, Zhang San Feng se apoyo en los llamados estilos internos, mientras Shaolin ha pasado a la posteridad por los externos.
Antes del Taiji-Quan, fundado por Zhang San Feng, existían ya varias Artes Marciales, pero al sintetizarlas, este sabio monje le añadió ciertos principios para la respiración, encaminando todo ese saber en beneficio del cuerpo, la mente y el espíritu.
Aunque hay muchos estilos diferentes de Taiji-Quan, todos tienen características comunes. Los más reconocidos y practicados a nivel planetario son cuatro: el estilo Sun, el estilo Chen, el estilo Yang y el estilo Wu.
Cuando llegué por primera vez a la Republica Popular China en 1994 la responsablidad que me esperaba era estudiar Wushu durante dos años en el Instituto de Cultura Fisica de Beijig y ya en los primeros días las impresiones inciales me convencieron de que lo aprendido en Cuba sobre las artes marciales nada tenía que ver con lo que se hacia allí en tal sentido. Los conceptos eran diferentes, pues lo primero consistía en alcanzar una gran flexibilidad en el orden físico y los ejercicios resultaban muy difíciles para mi biotipo.
Raul López, otro compañero de la provincia de Matanzas que viajo conmigo, y yo, nos planteamos que debíamos tratar de vencer los estudios en un solo curso, los cuales comprendían tambien idioma. Asi comenzamos a identificarnos con el Taiji Quan, un ejercicio que al principioo me pareció cómodo, porque las pimeras lecciones consistieron en aprender a relajarse, algo mucho más suave de lo que hacíamos en Cuba con el Karete-do, una actividad más brusca. Ademas estaban incluídos los ejercicios terapeuticos en un horario bien temprano y eso nos ayudaba para cumplimentar las restantes actividades del día.
Concluídas las sesiones regulares de estudio, para poder avanzar, ya en horas de la terde, alrededor de el 5:30 pm, asistíamos a las clases de Taiji Quan, impartidas por un estudiante Colombiano que llevaba algun tiempo allí. Tenía la idea fija de aprender lo máximo posible en esos doce meses y regresar a Cuba con buen contenido de materias aprendidas para aplicarlas a la mayor brevedad posible. Raul y yo recibíamos un estipendio económico discreto, razón por la que debíamos cocinarnos y tal situación también exigía dedicarle tiempo adicional.
Los Karatecas y los practicantes de otras artes marciales de combate vivimos mucho del ego, entiéndase todo lo relacionado con las cintas, el kimono y otros aspectos que puedan estimularnos. Yo decidí llevar el kimono con la inteción de demostrar un poco quién era yo en Cuba, pero al observar que el karatedo como tal no existía en China y el nivel del Wushu resultaba tan elevado, dejé el kimono en la maleta y no lo pude sacar ni una sola vez durante ese primer año.
Primeros empeños
En la década de 1990 ya se practicaba este arte marcial en Cuba y su iniciador fue el profesor Antonio Cordero. Luego lo hicieron el profesor Miguel Sanchén en el casino Zhong Hua, centro principal de la comunidad del barrio Chino, y más tarde se sumo el profesor Jorge Jimenes, karateca, quien utilizó como sede para las enseñanzas el Teatro Nacional de Cuba e incluso extendió la divulgacion de estas prácticas a otras provincias.
En el caso de los dos últimos, esos esfuerzos estaban coordinados con las areas Terapeuticas del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), aunque Sanchén y Jimenes tenían líneas propias de trabajo.
Las referencias a similares empeños anteriores no precisan personas, fechas o lugares específicos, aunque algunos estudiosos del tema señalan que en las guerras por la independencia de Cuba (1868-1898) hubo chinos que combatieron junto a los mambises criollos y apelaron en ocasiones a la técnica del Taiji Quan.
Los nativos de la China en aquel entonces preferían practicar las artes marciales propias del Guang Dong, el sistema del sur. Incluso, he sabido que los chinos residentes en Cuba no eran muy proclives al Taiji Quan, presisamente porque en aquella epoca, en Guang Dong no se había divulgado tanto este arte marcial como en otras regiones de China.